“…La imaginación es un acto, no una cosa…”
Jean Paul Sartre[1]
Agradecimientos y dedicatoria:
A Damián, Camilo, Aldana y Aninha, por ser, en este proyecto, mis coequipers, mi sostén y sobre todo, los chiquillos alegres y ruidosos que sacaron del letargo a la musa.
A mis alumnos del “Taller de Escritura” – 4º Año Comunicación, por hacerme trabajar y pensar junto a ellos.
Al Instituto SUMMA, por darme este espacio y la oportunidad de ser “docente y escritora”.
A todos aquellos que me formaron, me acompañaron y me vieron crecer.
A Matías Gabriel por prestarme su espacio y sus silencios.
A todos ustedes, ¡Gracias!
Desde que descubrí las letras persigo un objetivo único que define mi esencia, y que desde que me inicié en él sigo investigando: LA ESCRITURA.
Quizás decir “soy escritora” sea un tanto pretencioso, pero no reconocer la búsqueda y la experimentación de las palabras sería injusto.
Hace algún tiempo, cuando todavía era estudiante, me proponía encontrar en la escritura aquello que la búsqueda de una vocación me había negado: la inocencia de la lectura ingenua, esa primera lectura que me situaba en un mundo diferente del presente; un nuevo mundo que me hacía soñar; mundo que desempolvaba al tomar el libro del estante y que al abrirlo, al igual que la música, me alimentaba el alma.
Por esto, porque esa delgada línea negra que delinea sensaciones, sentimientos y reflexiones me ha quitado la inocencia es que me dedico a la escritura.
Sin embargo, y voy a utilizar en esta oportunidad un resabio de la cultura popular, escribir no es soplar y hacer botella; no señor.
El ejercicio de escribir, la escritura misma, es una basta tarea que contiene en su germen tanto de uno mismo como del mundo. “Escribir es un ejercicio de sanidad” me dijo en una entrevista la escritora chivilcochense Inés Legarreta, a lo que agrego que es también una experiencia digna de ser vivida, observada y reflexionada como la mejor investigación de un científico que busca bajo su microscopio la vacuna que erradique la tristeza de la humanidad.
Amigos lectores, miren si serán vivas las palabras que a partir de una comparación metafórica utilizada para expresar una idea íntima y personal, he llegado a la puerta del tema que hoy quiero compartir con ustedes: “Laboratorio de Escritura”
Comencemos por el principio. Este Laboratorio de Escritura que hoy reúne nuevamente a mi pluma y mis simples palabras, es en verdad un proyecto planteado para participar de la XVII Feria Institucional del Libro del Instituto SUMMA. Bajo el lema “Planeta Tierra, laboratorio a la vista” – Ciencia, duda, investigación…, surgió el interrogante ¿qué relación existe entre las Ciencias y las Letras? La respuesta fue el disparador de este escrito. El proceso de escritura es tan metodológico para el escritor, como la investigación científica lo es para el laboratorista. No en vano llamamos a nuestro proyecto “LABORATORIO DE ESCRITURA”.
Antes de continuar, permítaseme una apartado; digo “nuestro proyecto” porque no estoy sola en este trabajo de describir el escribir; detrás de mí, como ángeles de la guarda y musas inspiradoras, se encuentran cuatro personitas que han aportado sabiduría y experiencia personal a esta tarea: Camilo Casais, Damián Caponigro, Aninha Menezes Ferrontato y Aldana Spivak; de ellos también es este manuscrito.
Volvamos al laboratorio. Decía en un principio que nos habíamos preguntado qué relación existe entre las Ciencias y las Letras, a lo que nos respondimos que los procesos de creación son similares. Pues bien, ahora cabe preguntarnos en qué se asemejan el proceso de investigación científica y el proceso de escritura, considerados ambos como un laboratorio; como procesos de experimentación del cual surgen o nacen las respuestas buscadas, aquellas que primigeniamente nos llevaron a bucear por el mar de las moléculas o las palabras.
Parece ésta una tarea difícil, no es así; sin embargo, tenemos una ventaja o ayuda extra: contamos con la opinión de aquellos que saben; de aquellos que son conocedores de los dos campos: las Letras y las Ciencias.
El diario CLARÍN, publicó hace algunos años, en la sección cultura, un artículo cuyo título decía: “Literatura y Ciencia, ¿una pareja despareja? ¿Qué tienen en común los dos mundos?”[2]
Sorpresivamente para muchos, el Doctor Guillermo Martínez[3] (Dr. en Ciencias Matemáticas y especialista en Lógica), ha dicho que los métodos de trabajo son asombrosamente similares: una primera etapa relativamente caótica, fragmentaria, desordenada; y luego la codificación por escrito de esos fragmentos de ideas, la ordenación, los balances, los agregados y eliminaciones, los rodeos y circunloquios, la lucha de la idea por ser reconstituida desde lo escrito, desde el texto, ya sea por procedimientos literarios o por el rigor lógico de una demostración.
Sorpresivamente para nosotros, que buscábamos la manera de describir el escribir, descubrimos que las palabras del Doctor Martínez son verdaderamente acertadas; pues esa primera etapa fragmentaria – caótica y desordenada, se traduce en la literatura como ese momento primitivo de la escritura donde las ideas revoltosas comienzan a conformar una boceto; donde las palabras se agrupan, se convierten en oraciones y hasta a veces en párrafos; y esos párrafos en ocasiones se agrupan en varios textos que a la vez que suman, dividen y continúan desordenando las ideas, pero las matizan de otro color; pues dicen que al caos le sigue el cosmos; pero ese cosmos no es inmediato, sino pregúntenle a nuestro creador…
Entonces, a esa aparente hilerita de hormigas laboriosas que surcan el papel, se le suman una serie de eventos, circunstancias y opiniones desperdigadas en la nebulosa de la musa que le dan apariencia de todo a la nada.
¿Cómo llegamos a esto?, a través de una idea; ¿cómo nace una idea?, nace de la imaginación; ¿de dónde se alimenta la imaginación?, del mundo. A veces un ser externo puede darme el tema: me indica un camino a seguir a través de una propuesta que me resulta extraña pero interesante (por ejemplo, puede simplemente decirme una palabra y dejar que, como una piedra en un estanque, aquella genere ondas en mi ser y remueva secretos escondidos en algún lugar de mi mente); otras veces, una impresión o una emoción profunda pueden empujarnos a escribir; en ciertas oportunidades el recuerdo domina a la pluma. Pero siempre, detrás de cada escritura, ya sea automática o reflexionada, dialogada descriptiva o rimada, se encuentra, soslayada entre las notas del pentagrama, la pura y simple necesidad de comunicar. Y entonces allí vamos a hacer del caos un cosmos; cuando las ideas están en la cabeza es hora de llevarlas al papel; es hora de poner los pies sobre la tierra y comenzar a buscar la originalidad en lo conocido; es hora de darle color y vida a los muchos Adanes del texto.
Los moldes de la escritura son sencillos, ya los conocemos; mis queridos colegas, presentes en estas líneas, aportan una verdad muy cierta; los personajes, los aromas, los lugares están en nuestro mundo; sólo debemos saber cómo mejorarlos. Por ejemplo, tomamos un personaje y lo maquillamos; le ponemos la estatura de papá, la sonrisa del abuelo, o el porte de Don Juan el verdulero. La tarea parece sencilla, pero en realidad es difícil porque a la escritura hay que inventarla y reinventarla; y esto exige mucho ingenio; y no se trata de tener ingenio para crear, sino de tenerlo para redescubrirnos, porque detrás de nuestra escritura existe un mensaje en un código que no es del todo ajeno al lector porque él también está detrás de ese mundo paralelo que aparentemente separa a los unos de los otros.
Estimado lector, me pareces hundido en este mar de palabras que arremolinan el genio y la musa de mi pluma. No te sientas abatido, porque de este enredo está hecha la escritura; este caos, es el caos que deriva en el cosmos. Pues sí, llega la hora del cosmos; llega la hora en que Próspero acalla los espíritus y la tempestad se torna en calma.
Es momento de codificar por escrito esos fragmentos de ideas; los balances y proporciones, los agregados y eliminaciones, llega la hora de hacer aquello que los escritores lo llaman simplemente corrección. Las palabras se ordenan y se subordinan; los verbos se transforman en verdaderas acciones y un universo nuevo sale a la luz.
El texto no se desprende de nosotros, pero sí nosotros de él. No nos pertenece desde el momento en que se lo regalamos al lector; desde que pusimos al final de la última hoja nuestros nombres para darlo en adopción; y sin embargo, no podemos negar que en el andar de sus palabras se connota el tranco de nuestra pluma.
Este texto ya no es mío, es tuyo lector; y en él te llevas parte del desorden que reinaba en la mesa de trabajo al escribir; te llevas el tiempo de las ideas que intercambiamos al producirlo; parte del silencio de las noches que vieron sucumbir las emociones al sueño.
No te asustes lector, que no te estoy reprochando nada; simplemente te estoy entreabriendo la puerta de mi laboratorio para que investigues en él y veas si entre mis tesoros y mis estados existe alguna baratija que pueda prestarte.
Jean Paul Sartre[1]
Agradecimientos y dedicatoria:
A Damián, Camilo, Aldana y Aninha, por ser, en este proyecto, mis coequipers, mi sostén y sobre todo, los chiquillos alegres y ruidosos que sacaron del letargo a la musa.
A mis alumnos del “Taller de Escritura” – 4º Año Comunicación, por hacerme trabajar y pensar junto a ellos.
Al Instituto SUMMA, por darme este espacio y la oportunidad de ser “docente y escritora”.
A todos aquellos que me formaron, me acompañaron y me vieron crecer.
A Matías Gabriel por prestarme su espacio y sus silencios.
A todos ustedes, ¡Gracias!
Desde que descubrí las letras persigo un objetivo único que define mi esencia, y que desde que me inicié en él sigo investigando: LA ESCRITURA.
Quizás decir “soy escritora” sea un tanto pretencioso, pero no reconocer la búsqueda y la experimentación de las palabras sería injusto.
Hace algún tiempo, cuando todavía era estudiante, me proponía encontrar en la escritura aquello que la búsqueda de una vocación me había negado: la inocencia de la lectura ingenua, esa primera lectura que me situaba en un mundo diferente del presente; un nuevo mundo que me hacía soñar; mundo que desempolvaba al tomar el libro del estante y que al abrirlo, al igual que la música, me alimentaba el alma.
Por esto, porque esa delgada línea negra que delinea sensaciones, sentimientos y reflexiones me ha quitado la inocencia es que me dedico a la escritura.
Sin embargo, y voy a utilizar en esta oportunidad un resabio de la cultura popular, escribir no es soplar y hacer botella; no señor.
El ejercicio de escribir, la escritura misma, es una basta tarea que contiene en su germen tanto de uno mismo como del mundo. “Escribir es un ejercicio de sanidad” me dijo en una entrevista la escritora chivilcochense Inés Legarreta, a lo que agrego que es también una experiencia digna de ser vivida, observada y reflexionada como la mejor investigación de un científico que busca bajo su microscopio la vacuna que erradique la tristeza de la humanidad.
Amigos lectores, miren si serán vivas las palabras que a partir de una comparación metafórica utilizada para expresar una idea íntima y personal, he llegado a la puerta del tema que hoy quiero compartir con ustedes: “Laboratorio de Escritura”
Comencemos por el principio. Este Laboratorio de Escritura que hoy reúne nuevamente a mi pluma y mis simples palabras, es en verdad un proyecto planteado para participar de la XVII Feria Institucional del Libro del Instituto SUMMA. Bajo el lema “Planeta Tierra, laboratorio a la vista” – Ciencia, duda, investigación…, surgió el interrogante ¿qué relación existe entre las Ciencias y las Letras? La respuesta fue el disparador de este escrito. El proceso de escritura es tan metodológico para el escritor, como la investigación científica lo es para el laboratorista. No en vano llamamos a nuestro proyecto “LABORATORIO DE ESCRITURA”.
Antes de continuar, permítaseme una apartado; digo “nuestro proyecto” porque no estoy sola en este trabajo de describir el escribir; detrás de mí, como ángeles de la guarda y musas inspiradoras, se encuentran cuatro personitas que han aportado sabiduría y experiencia personal a esta tarea: Camilo Casais, Damián Caponigro, Aninha Menezes Ferrontato y Aldana Spivak; de ellos también es este manuscrito.
Volvamos al laboratorio. Decía en un principio que nos habíamos preguntado qué relación existe entre las Ciencias y las Letras, a lo que nos respondimos que los procesos de creación son similares. Pues bien, ahora cabe preguntarnos en qué se asemejan el proceso de investigación científica y el proceso de escritura, considerados ambos como un laboratorio; como procesos de experimentación del cual surgen o nacen las respuestas buscadas, aquellas que primigeniamente nos llevaron a bucear por el mar de las moléculas o las palabras.
Parece ésta una tarea difícil, no es así; sin embargo, tenemos una ventaja o ayuda extra: contamos con la opinión de aquellos que saben; de aquellos que son conocedores de los dos campos: las Letras y las Ciencias.
El diario CLARÍN, publicó hace algunos años, en la sección cultura, un artículo cuyo título decía: “Literatura y Ciencia, ¿una pareja despareja? ¿Qué tienen en común los dos mundos?”[2]
Sorpresivamente para muchos, el Doctor Guillermo Martínez[3] (Dr. en Ciencias Matemáticas y especialista en Lógica), ha dicho que los métodos de trabajo son asombrosamente similares: una primera etapa relativamente caótica, fragmentaria, desordenada; y luego la codificación por escrito de esos fragmentos de ideas, la ordenación, los balances, los agregados y eliminaciones, los rodeos y circunloquios, la lucha de la idea por ser reconstituida desde lo escrito, desde el texto, ya sea por procedimientos literarios o por el rigor lógico de una demostración.
Sorpresivamente para nosotros, que buscábamos la manera de describir el escribir, descubrimos que las palabras del Doctor Martínez son verdaderamente acertadas; pues esa primera etapa fragmentaria – caótica y desordenada, se traduce en la literatura como ese momento primitivo de la escritura donde las ideas revoltosas comienzan a conformar una boceto; donde las palabras se agrupan, se convierten en oraciones y hasta a veces en párrafos; y esos párrafos en ocasiones se agrupan en varios textos que a la vez que suman, dividen y continúan desordenando las ideas, pero las matizan de otro color; pues dicen que al caos le sigue el cosmos; pero ese cosmos no es inmediato, sino pregúntenle a nuestro creador…
Entonces, a esa aparente hilerita de hormigas laboriosas que surcan el papel, se le suman una serie de eventos, circunstancias y opiniones desperdigadas en la nebulosa de la musa que le dan apariencia de todo a la nada.
¿Cómo llegamos a esto?, a través de una idea; ¿cómo nace una idea?, nace de la imaginación; ¿de dónde se alimenta la imaginación?, del mundo. A veces un ser externo puede darme el tema: me indica un camino a seguir a través de una propuesta que me resulta extraña pero interesante (por ejemplo, puede simplemente decirme una palabra y dejar que, como una piedra en un estanque, aquella genere ondas en mi ser y remueva secretos escondidos en algún lugar de mi mente); otras veces, una impresión o una emoción profunda pueden empujarnos a escribir; en ciertas oportunidades el recuerdo domina a la pluma. Pero siempre, detrás de cada escritura, ya sea automática o reflexionada, dialogada descriptiva o rimada, se encuentra, soslayada entre las notas del pentagrama, la pura y simple necesidad de comunicar. Y entonces allí vamos a hacer del caos un cosmos; cuando las ideas están en la cabeza es hora de llevarlas al papel; es hora de poner los pies sobre la tierra y comenzar a buscar la originalidad en lo conocido; es hora de darle color y vida a los muchos Adanes del texto.
Los moldes de la escritura son sencillos, ya los conocemos; mis queridos colegas, presentes en estas líneas, aportan una verdad muy cierta; los personajes, los aromas, los lugares están en nuestro mundo; sólo debemos saber cómo mejorarlos. Por ejemplo, tomamos un personaje y lo maquillamos; le ponemos la estatura de papá, la sonrisa del abuelo, o el porte de Don Juan el verdulero. La tarea parece sencilla, pero en realidad es difícil porque a la escritura hay que inventarla y reinventarla; y esto exige mucho ingenio; y no se trata de tener ingenio para crear, sino de tenerlo para redescubrirnos, porque detrás de nuestra escritura existe un mensaje en un código que no es del todo ajeno al lector porque él también está detrás de ese mundo paralelo que aparentemente separa a los unos de los otros.
Estimado lector, me pareces hundido en este mar de palabras que arremolinan el genio y la musa de mi pluma. No te sientas abatido, porque de este enredo está hecha la escritura; este caos, es el caos que deriva en el cosmos. Pues sí, llega la hora del cosmos; llega la hora en que Próspero acalla los espíritus y la tempestad se torna en calma.
Es momento de codificar por escrito esos fragmentos de ideas; los balances y proporciones, los agregados y eliminaciones, llega la hora de hacer aquello que los escritores lo llaman simplemente corrección. Las palabras se ordenan y se subordinan; los verbos se transforman en verdaderas acciones y un universo nuevo sale a la luz.
El texto no se desprende de nosotros, pero sí nosotros de él. No nos pertenece desde el momento en que se lo regalamos al lector; desde que pusimos al final de la última hoja nuestros nombres para darlo en adopción; y sin embargo, no podemos negar que en el andar de sus palabras se connota el tranco de nuestra pluma.
Este texto ya no es mío, es tuyo lector; y en él te llevas parte del desorden que reinaba en la mesa de trabajo al escribir; te llevas el tiempo de las ideas que intercambiamos al producirlo; parte del silencio de las noches que vieron sucumbir las emociones al sueño.
No te asustes lector, que no te estoy reprochando nada; simplemente te estoy entreabriendo la puerta de mi laboratorio para que investigues en él y veas si entre mis tesoros y mis estados existe alguna baratija que pueda prestarte.
NOTAS
[1] En “Lo Imaginario”, S/ Datos técnicos.
[2] “Literatura y Ciencia, ¿una pareja despareja?”, Diario CLARÍN – Sección CULTURA – Lunes 05 de diciembre de 2005.
[3] Ganador del Premio Planeta 2003 por su novela “Crímenes Imperceptibles”
1 comentario:
Creado en el Taller de Escritura dictado en el Instituto SUMMA - Septiembre de 2008.
Esto es lo malo de no poder crear una organización temática y temporal acorde con las circunstancias.... Quiera Dios que el mes próximo se haga la luz el caos termine es cosmos!
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