viernes, 13 de febrero de 2009

La Mona que se hizo Luna (Cuento infantil)

Hace mucho tiempo, en la selva misionera, sucedió la historia que hoy les voy a narrar.

Cerca de las cataratas del Iguazú, allá donde el río se hace angosto y se puede sentir la respiración de los jaguares, se encuentra el manantial de los monos.

Durante el día, monos, pajaritos y demás animales revoloteaban por el lugar. Durante la noche, cuando todos los animales dormían, la señora luna bajaba a bañarse al manantial.

Siendo la luna muy coqueta, formaban parte de su atuendo una sombrilla de puntillas – para los días de eclipse – una bata de gasa brillante como el sol, una cartera y unos zapatos color de estrella.

Todas las monitas de la región gustaban de la coquetería de la luna; y, como sabían que no podían tener la ropa que ella tenía, se conformaban con jugar a imitarla.

Pero, existía una monita que no se contentaba con esto. Jacinta, quien conocía los hábitos de la luna, cada noche bajaba unas ramitas de su árbol y la espiaba – para copiarla y parecerse cada día más - .

Sin embargo, Jacinta sabía que eso no era suficiente y se propuso conseguir algo del atuendo de la luna.

De éste, lo que más gustaba a Jacinta – al igual que a todas las monas – eran los zapatos. La monita creyó que robándole los zapatos a la luna, sería ella la envidia de las demás.

Sucedió que una noche de eclipse, en la que la luna bajó al manantial como todas las noches, la luna olvidó su sita con el sol y corrió par encontrarse con él dejando los zapatos olvidados en un arbusto. Jacinta, que no era tonta, aprovechó el descuido para robarse los zapatos.

La monita se puso los zapatos pero, cuando se disponía a presumirlos, para sorpresa suya, de las demás monitas y de los astros, se descubrió que los zapatos tenían un poder mágico.

Sin desearlo, mientras el sol y la luna parloteaban, Jacinta se elevó al cielo y ocupó el lugar de la luna. Grande fue la sorpresa de todos cuando vieron que – aún quitándose los zapatos – Jacinta no podía bajar y la luna ya no podía alumbrar el camino a los navegantes.

Entonces desde ese momento, las noches ya no brillan, la luna vaga por la tierra y Jacinta llora polvo de estrellas.

No hay comentarios: