¿Él era ella, o ella era él? No lo sé; creo que en realidad nadie lo sabe, ni siquiera quien le aconsejó que se operara.
Matilde venía de la ciudad; cuando llegó era más robusta y el cabello lo tenía de su color natural – era morena - . Las malas lenguas dicen que vino siguiendo un amor. Acá nadie la quiere, ni los chicos; usted sabe como son, cuando algo les llama la atención ellos dan vueltas alrededor de eso como moscas en la miel; lo importante es que se la pasan colgados de la reja mirando para el interior de la casa; cada vez que la ven venir salen corriendo. Ella los odia y además los amenaza, les dice que si la siguen espiando van a quedar como ella ¡castrados!
No doña, no se santigüe, desde que nació que no puede parir hijos.
Venga, acérquese que le voy a contar bajito......
No hace mucho que llegó a estos pagos. Enseguida se supo que detrás acarreaba historia. Cuentan que en la ciudad vivía en uno de esos barrios de malevos; parece que era elegante, y a varias personitas arrancó suspiros. Pero, había algo en ella que no encajaba; no se hallaba entre tanto matón y quería mandarse mudar de la capital pero, como todos, no tenía un peso.
Entonces empezó a trabajar, y ahí en el laburo conoció al tipo por el que largó todo y se vino para la aldea.
¿Cómo, no sabe quien es el tipo? Vamos doña, si acá todo el mundo lo conoce, es el Cacho, el muchacho ese que salía con su sobrina; tan buen mozo que era con esos ojos claros y el cabello ensortijado; es el marido de la modista de la aldea vecina, el camionero.
Buen chasco se llevó casándose con ese; una chica tan bonita, buena, hacendosa, venirse a casar con ese vago...No es porque sea camionero, no me mal interprete, es que éste se la pasa en la capital de trampa y le dice a la pobre que no hay carga, que no salen viajes, que en el mercado cada vez hay más empresas de transportes, que los cuentapropistas no consiguen y que sé yo que más.
Bueno, la cuestión es que el romance con esta chiruza porteña parece que no avanzaba; él no le daba mucha cabida y ella no sabía qué hacer, así que empezó a consultar a todos estos que hacen gualichos pero nada le daba resultado.
Un día le aconsejaron que fuera a ver a esta bruja que sale por T.V; ésta que es tan famosa...¿cómo se llama?...ya está, “
Cómo le parece doñita, le sacó a la pobrecita la plata que no tenía y al final para qué, para que le diera un libro y le dijera que no se preocupara porque perder la calma no es aconsejable.
Qué le cuento doña que no hubo ni libro ni gualicho que le sirvieran. Matilde le dijo de todo a la bruja pero, al final, se dio cuenta de que el problema no residía en la magia sino en ella, así que le devolvió el libro a la bruja después de pedirle disculpas.
Al final, el tiempo pasó, ella se operó y parece que la cosa más o menos funcionó, y estuvieron juntos un tiempo, pero ahora hace rato que no se los ve.
Sí doña, usted lo ha dicho, se han separado. Parece que la mujer de él se enteró cuando estaba en la peluquería de Gloria. Matilde se había ido a depilar y le estaba contando a la empleada – porque son muy amigas – que le había hecho a Cacho la tarta de manzanas que tanto le gusta y qué se yo, qué se cuanto. Todo esto lo escuchó Graciela, la modista, y entró a sospechar por algo que le había dicho el marido. L a cuestión es que lo siguió, lo pescó de trampa y se armó un tole – tole que ni le cuento.
A él menos bonito, le dijo de todo, y con la otra se agarraron de las mechas.
Al final,
Matilde lo insultó, le dijo de todo; le dio tantos golpes mire...Sí doña, el ojo negro que tiene se lo puso así ella.
¿Qué cómo tiene tanta fuerza?, la hizo trabajando. Matilde hasta hace tres años y medio era Roberto, trabajaba como peón de camión en el Mercado de Abasto, ayudaba a Cacho, cargaba y descargaba mercaderías de domingos a jueves durante la madrugada.
Ahora entre nos doñita, de lo que se salvó su sobrina, de un marido gordo, vago y encima raro.
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