Diario de una Pandemia
Día 3
Mañana
Sin prisas y sin pausas, las cosas se acomodan. Poco a poco, aún la falta de lucidez encuentra modos de acomodarse para dejar que todo fluya. ¡¡¡Vamos!!!
Baja la tensión y Morfeo se permite rondar por los alrededores. Espero; espero y dejo que me bese llegada la tardecita. Merecemos abrazarnos después de tanto.
Tarde
Se abre el frente de directivo. No estamos para cosas serias; dejamos que el humor se cuele y nos reímos de nosotros y entre nosotros (sí, también de ellos). A Dios gracias por el humor nuestro de cada día. No habrá sala de profes pero un hilo, vaya a saber si rojo, nos mantiene conectados.
Salgo. La calle está casi llena. Los vecinos pasean sus perros, conversan, trabajan en la vereda... Me pregunto: creerán que a este confín de la ciudad no llega el peligro. Yo tenía necesidad, pero ellos...
Golpean la puerta virtual: los alumnos. ¡BIENVENIDOS! Da gusto trabajar con ellos y ver que, a la distancia, son como el zorro: pierden el pelo pero no las mañas. Así y todo, me hacen falta: son la dosis de realidad que me mantienen joven. Completan mi día ellos y los colegas.
Noche
No es hora de cerrar todavía, pero me permito cierta licencia. Aromas encantados despiertan la voracidad: qué estará crepitando entre las brazas.
La tensión baja otra vez.
Elijo hacer caso omiso a la histeria que golpea y espero que todo suceda. Si nada fue conjurado todavía, no nos tiene porque alarmar aún.
Siguen, seguimos, sigo...
Codo a codo somos mucho más que dos.
domingo, 22 de marzo de 2020
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