miércoles, 15 de agosto de 2018

Léxico familiar



El mes de septiembre es muy particular para el ámbito docente. Durante este mes se celebran el día del maestro, el del profesor, el del preceptor y… En fin, hay celebración educativa para rato.

Con motivo de estos momentos conmemorativos, los alumnos de una de las escuelas donde trabajo decidieron homenajear a los docentes creando un “videito” en el que resumen algunas frases inspiradoras, metáforas y muletillas con las cuales nos identifican. Así me enteré que le he aportado al mundo palabras inspiradoras tales como “Chicos, subí el archivo al face” o “Nadie es Boludo. Yo no tengo a Boludo en la lista”, y sabios y profundos consejos al estilo de “Ubicate en la góndola o te ubico” o “Ubicate en la palmera porque la caída es larga y dolorosa”.

Motivada por el gozo producido al saberme una influencia vocabular en las juveniles mentes, me pregunté, fiel a mi estilo analítico, cuáles eran aquellas palabras o frases hechas que yo había heredado nada más y nada menos que de mi familia.

Iba yo sumida en mis propias cavilaciones – que suelen tener lugar en la calle o el baño - , cuando de pronto se hizo la luz. Los restantes pasajeros del coche número 11 de la línea 34, que une Liniers con Palermo y más allá, habrán pensado que estoy completamente loca. Y no es para menos. Siendo las 14:36 de un día gris y lluvioso, de la nada solté una carcajada contenida que me convulsionó el cuerpo. Repentinamente, un audio se reprodujo en mi mente:
¡Ay!, ¡sintonizá, papá!
─ Acabala. Ya te quiero ver cuando llegues a mi edad.
─ No me vas a ver porque me vas a matar antes.

Ese diálogo que la memoria me acercaba es nada más y nada menos que el parlamento de un alma atormentada, que en ese momento luchaba contra la falta de atención de un interlocutor distraído que, según ella, pretendía “volverla loca”.

Lo que esa pobre alma no supo en aquel momento es que estaba haciendo escuela, porque al igual que las palabras que el joven soldado dijo a Cristo, las palabras de mi madre han cruzado las barreras del tiempo y se mencionan cada vez que ella u otro miembro de la familia deciden ocupar sus mentes en cosas más interesantes que en las explicaciones de interlocutores agobiados por la falta de atención de aquel al que están interpelando.

Y si alguien se atreve a decir que mi relato es una engaña pichanga, a ese alguien le digo que se siente y me espere para discutir sobre el asunto porque esa, esa es otra historia.